
En su mayoría tristes y raramente felices, las despedidas son parte de la vida. Toda gran historia requiere que haya, al menos, una ruptura, una separación o un adiós. Las despedidas no son necesariamente un final, pueden ser el inicio de la aventura. Pueden ser dulces y pacíficas, o bien, amargas y cargadas de rencor. De una u otra forma el cine nos ha mostrado muchas, muchísimas despedidas. Pero hay un puñado de ellas que son imposibles de borrar de la memoria, al menos de la mía. Mi Top 10 por así decirlo. Éstas son mis diez despedidas favoritas.
10. William Parrish tiene una última conversación con su hija

“Quiero que sepas cuánto te quiero. Que le has dado un sentido a mi vida que no hubiera podido esperar. Y eso nadie podrá quitármelo. Te quiero más que… Quiero que me prometas algo. Que nunca te apenarás por mí. Y si algo me ocurriera, no te preocupes. Piensa que todo irá bien. No guardo tristeza y quisiera que tú sintieses lo mismo.” — William Parrish
Hay pocas declaraciones de amor más sinceras que la que le hace William Parrish a su hija Susan. El final de ¿Conoces a Joe Black? es bello para los ojos y emocionante para los sentidos. En una fiesta que es puro derroche de lujo y encanto lo más destacado de la sociedad celebra los 65 años de vida de William Parrish. Y él se apresura para atar todos sus cabos sueltos. Porque el tiempo se agota y tras los fuegos artificiales tiene que marcharse con la Muerte, encarnada en ese personaje misterioso al que llaman Joe Black.
William Parrish tiene que despedirse de la vida en el momento en el que todo es más completo, más bello y más real. Como él mismo dice en su discurso previo, ha llegado a un momento de su vida en el que se despierta por las mañanas y piensa que no hay nada más en el mundo que pueda desear. Sencillamente lo tiene todo, material y sentimentalmente. Así que es lógico que a Joe Black, que lleva días sumergido en esa vida extraordinaria, le cueste casi más que al propio William marcharse y volver a ser simplemente la Muerte. La música tiene un papel fundamental durante toda la escena final, sobre todo ese What a wonderful world instrumental que nunca ha sonado tan bien.
9. Pocahontas dice adiós a John Smith

“Pase lo que pase siempre estaré contigo… Siempre.” — Pocahontas
Antes de 1995 habría sido impensable que una princesa Disney y su amado no acabaran viviendo juntos y felices para siempre. Pero Pocahontas rompió moldes anteponiendo su deber y sus raíces al amor que sentía por el valiente colono John Smith. No hay despedida más dolorosa que aquella en la que uno no puede irse y el otro no puede quedarse. Pocahontas y John se dicen adiós con la promesa de permanecer juntos aun separados y con el consuelo de haber tendido un puente hacia el entendimiento entre dos mundos aparentemente imposibles de conciliar.
Entre otras muchas cosas buenas Pocahontas nos dejó una escena final emocionante en la que la princesa corre desbocada para ver desde el acantilado más alto (y con un vendaval moviéndole el pelo maravillosamente) como el barco de John Smith desaparece en el horizonte rumbo a Inglaterra. Y que cada uno se imagine si alguna vez volvieron a cruzar sus caminos (porque la secuela oficial es obligatorio ignorarla).
8. Totó se marcha del pueblo

“No regreses, no pienses en nosotros, no telefonees, no escribas. No te dejes engañar por la nostalgia. ¡Olvídate de todos! Si no resistes y vuelves no quiero que me veas. No te dejaré entrar en mi casa, ¿entendido?. Hagas lo que hagas, ámalo. Como amabas las cabina del Paraíso cuando eras niño.” — Alfredo
Esta joya italiana de 1988 es la vida… Con sus encuentros y sus rupturas, con sus alegrías y sus penas, con sus asuntos sin resolver y con sus sinsabores. En el momento de este adiós Totó acaba de volver a casa tras hacer el servicio militar. Cuando regresa se encuentra con su pueblo natal cambiado y vacío. O mejor dicho, se encuentra por primera vez con la realidad, no con su recuerdo infantil idealizado. Es incapaz de reconectar y seguir con su vida, el hilo está roto y no encuentra a aquellos a los que conocía y formaban parte de su mundo.
Consciente de esta situación, de este callejón sin salida que es el pueblo para el futuro de Totó, Alfredo le anima a marcharse, a salir al mundo y conquistarlo. Siempre le dijo que él no tenía porqué heredar su vida, ni su puesto en la cabina del cine. Las palabras de despedida de Alfredo son duras pero Totó no puede responder otra cosa más que “Gracias… por todo lo que has hecho por mí”. Tanto le marca esta despedida y esta “expulsión” que Totó no vuelve al pueblo en treinta años. Sólo lo hará de forma excepcional para asistir al funeral de Alfredo.
7. Andy regala sus juguetes a Bonnie

“Hasta siempre, compañero.” — Woody
Si “segundas partes nunca fueron buenas” con la saga de Toy Story el refrán se equivocó. Y, más allá de su dignísima segunda parte, la tercera entrega es directamente genial y (en mi humilde opinión) la mejor de la trilogía. La forma que Unkrich y compañía idearon para cerrar la odisea vital de los juguetes fue digna del Oscar para el que fueron nominados, pero que no ganaron. A la espera de una supuesta cuarta entrega el final de Toy Story 3 es perfecto porque cierra y a la vez abre una vida completamente nueva para Woody, Buzz y compañía.
Es difícil decidir si toca más la fibra por lo que sienten los juguetes o por lo que siente Andy, que experimenta el gran momento de ruptura con la niñez para pasar a la vida adulta. En vez de dejarlos metidos en una caja en el desván Andy decide regalarlos a Bonnie, una niña adorable. Antes de alejarse para siempre en su coche Andy mira a Woody (al que pretendía llevarse consigo) y a Buzz, y dice: “Gracias, chicos”. Ya fuera de la vista humana los juguetes ven al coche alejarse para siempre y Woody, que siempre fue el juguete favorito de Andy, contesta en nombre de todos con un sentido “Hasta siempre, compañero”.
6. Los alumnos demuestran su lealtad a Keating

“¡Oh, Capitán, mi Capitán!” — Tod Anderson
El poder de esta escena, ya bien hecha de origen, se multiplicó por 100 el triste día en el que Robin Williams murió. En los últimos minutos de El Club de los Poetas Muertos, tras el trágico suicidio de Neil Perry, Keating abandona el aula por un pasillo lateral mientras la clase sigue su curso. Al pasar junto a Tod Anderson, los ojos de este se empañan ante la injusticia. Así que Anderson se pone en pie y grita que el documento que le ha valido el despido fue firmado bajo coacción. Si Keating se va, por lo menos que lo haga sabiendo que no ha sido traicionado.
Nolan aplaca a Anderson bajo amenaza de expulsión. Pero el chico se viene de nuevo arriba y se sube a su mesa para entonar el “¡Oh, Capitán, mi Capitán!”. Y varios chicos más le siguen, venciendo su miedo y envalentonándose según más compañeros se levantan. No todos lo hacen, muchos se quedan sentados con la cabeza baja. Pero Keating está feliz, al menos hay un grupo de esta generación a los que ha marcado… “Gracias, chicos. Gracias”.
5. Harry Stamper se sacrifica por la Humanidad

“Gracie… sé que te prometí que volvería a casa. Creo que voy a tener que romper esa promesa”. — Harry Stamper
Armageddon es una de esas americanadas que reventaron las taquillas en los 90. Una cinta de Michael Bay con todo lo que ello conlleva. Sin embargo, pocas veces Bruce Willis ha alcanzado una cota tan emotiva en su carrera. Al final de Armageddon hay ciertos fallos técnicos que hacen necesario que un miembro de la tripulación se sacrifique por el bien de la misión. El azar le otorga el triste honor a AJ, ahijado de Harry y novio de su hija Grace. Así que Harry da un giro a los acontecimientos y se cambia por AJ. Contando con unos pocos minutos Harry se despide de Grace a través de una pantalla.
Pese a la frialdad del medio por el que hablan esta escena es una de las despedidas más recordadas del cine, sobre todo por aquellos que la vimos en nuestra adolescencia o en los prolegómenos de la misma. Michael Bay se sirvió de música emotiva, primeros planos con muchas lágrimas y palabras melosas de amor y agradecimiento. Y de un descarado sentimentalismo patriótico que impregna toda la cinta pero que es cien por cien efectivo.
4. Frodo y Gandalf parten a Valinor

“A más ver, mis valientes hobbits. Mi labor ha concluido. Aquí, a la orilla del mar, digo adiós a vuestra compañía. No diré: no lloréis. Pues no todas las lágrimas son amargas.” — Gandalf
Durante la última media hora de El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey hay algunos reencuentros y numerosas separaciones. La escena final en los Puertos Grises brilla por las palabras, los rostros húmedos, la música y la emoción. Ya es duro para los hobbits aceptar que Gandalf se marche, pero la partida de Frodo es una sorpresa dolorosa. Se suceden los llantos y los abrazos entre los compañeros. Pero el tiempo se detiene con el abrazo de Frodo y Sam. Es muy significativo que, tras una aventura de las dimensiones épicas que hemos visto, la cumbre emocional de toda la obra sea la despedida entre dos seres tan pequeños.
Es un final agridulce donde los haya, pues Frodo se marcha a las Tierras Imperecederas como último recurso para aliviar el dolor incurable que ha dejado en él la carga del Anillo y la imposibilidad de volver a retomar el hilo de su vida. Salvar la Comarca y regresar a un hogar intacto no le ha servido, porque él ya no es el mismo que se fue. A bordo del barco Frodo lanza a sus amigos una sonrisa sincera y una mirada llena de esperanza. Y la nave élfica parte hacia el horizonte, hacia las blancas orillas de Valinor y su campiña verde.
3. E.T. vuelve a casa

“Estaré aquí mismo.” — E.T.
Pocas amistades han superado una barrera tan grande como la distancia que hay entre nuestro mundo y el lejano rincón del universo del que procede E.T. Y pocas han sido tan esenciales, tan desinteresadas, tan inocentes y tan puras. Y ninguna despedida ha sido tan bella, única y lacrimógena. John Williams tiene parte de culpa por semejante partitura.
Cuando finalmente el «teléfono» funciona y la familia de E.T. viene a buscarle Elliot no va a permitir que la CIA, el FBI, ni la mismísima NASA vuelvan a ponerle las manos encima a su amigo. Tras una frenética huída y un mágico vuelo en bicicleta toca decir adiós para siempre. Hay lágrimas, un “ven”, un “quédate” y un tierno abrazo. Entonces, el pequeño extraterrestre ilumina su dedo y toca la frente de Elliot… “Estaré aquí mismo”. E.T. vuelve a casa dejando bondad, gratitud y esperanza. Y un arcoíris perfecto.
2. Rick convence a Ilsa para que se marche con Victor Lazlo

“Si ese avión despega y no estás con él lo lamentarás. Tal vez no ahora, tal vez no hoy ni mañana, pero más tarde… Toda la vida. (…) Yo no valgo mucho. Pero es fácil comprender que los problemas de tres pequeños seres no importan nada en este loco mundo. Algún día lo comprenderás. Vamos, vamos… Por ti, pequeña.” — Rick Blaine
Para el hombre más cínico y misterioso de Casablanca recuperar el amor perdido de Ilsa ha significado también recuperar los perdidos valores y la fe. Rick Blaine se postula como una relectura moderna del caballero romántico que además habla como tal. Todo lo que dice durante la última escena de la película es brillante. Tanto que muy poco puede decir o hacer Ilsa más que seguir el plan de Rick y marcharse. El personaje de Bogart cede a la dama a un hombre al que considera mejor que él y por una causa más importante que cualquiera de los implicados en este triángulo amoroso.
En la trama de Casablanca subyace algo que nos hace pensar que el romance de Rick e Ilsa funciona porque está condenado a ser fugaz. Es muy probable que tras esos días en París, o de haber huido juntos de Casablanca, ya nada hubiera igual. Por eso, a pesar de ser un final no feliz, funciona tan bien este desenlace. Porque es muy probable que Rick e Ilsa no vuelvan a verse jamás, pero siempre tendrán París.
1. Rhett Butler abandona a Escarlata

“Francamente, querida, eso no me importa”. — Rhett Butler
En los últimos minutos de Lo que el viento se llevó Rhett está convencido de que jamás podrá tener realmente el amor de Escarlata. Su pequeña Bonnie ha muerto y el fallecimiento de Melania le da vía libre a Escarlata para conquistar a Ashley. Así que decide romper con todo y volver a Charleston. Escarlata, que (¡por fin!) acaba de darse cuenta de que a quien quiere realmente es a su marido, le suplica que no se marche. Pero es tarde, Rhett sale de su casa con paso firme y desaparece entre la niebla violeta ante la mirada llorosa de Escarlata.
Lo mejor de este final no feliz es justo lo que viene tras la despedida: la promesa de Escarlata. En menos de un minuto pasa de la desesperación por el abandono a la esperanza (“¡Tara! Iré a mi casa. Allí idearé algo para hacerle volver. Realmente mañana será otro día.”). Llevamos más de tres horas de película conociéndola y sabemos que sí, que lo logrará, que le hará volver. ¿Alguien lo duda?
Fantástica entrada, debo agregar la despedida más triste de todas: la de Bill Murray y Scarlet Johansson en Lost In Translation.
Nunca vamos a saber que fue lo que él le susurró al oído.
Me gusta muchísimo tu blog, yo recién estoy comenzando con el mío donde haré críticas a todo tipo de películas y géneros. Espero te des una vuelta!
Besos
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¡Muchas gracias por leer y comentar! Un saludo.
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