
Título original: Legends of the Fall Año: 1994 Duración: 133 min. País: Estados Unidos Director: Edward Zwick Guion: Susan Shilliday y William D. Wittliff (basado en la novela de Jim Harrison) Música: James Horner Fotografía: John Toll Productora: Bedford Falls Productions
1. La banda sonora de James Horner
Es increíble que James Horner firmara esta partitura y la de Braveheart (Mel Gibson, 1995) con apenas unos meses de diferencia. Ambas obras musicales tienen similitudes obvias pero son el sello imborrable del estilo de un autor en el momento cumbre de su creatividad. No hay uno solo de los trece tracks de la banda sonora que tenga desperdicio. Pero, sin duda, «The Ludlows» destaca por su belleza y su capacidad para conmover, siendo síntesis de la fuerza de los lazos que unen a los tres hermanos y a su padre. Hay ecos de flauta que reflejan los estallidos de violencia y la locura de los eventos a los que se enfrenta la familia.
Sin embargo, no se queda atrás la épica conclusión musical de la cinta. El tema «Alfred, Tristan, The Colonel, The Legend…» dura 15 minutos y acompaña y realza la grandeza de los acontecimientos que coronan la historia (de los que hablo en el punto 5). Cuesta mantenerse ajeno al torrente de emociones que despierta esta composición a partir del minuto 02:00 y hasta el 07:00 cuando comienzan los créditos finales. Son 5 minutos de tsumani de emociones condensadas. Después, el repaso que hace por los distintos temas durante los títulos de crédito te hace querer quedarte delante de la pantalla hasta que ha pasado el último nombre y así disfrutar un poquito más de ese estado de suspensión en el que has estado durante más de dos horas de película.
2. La fotografía espectacular de John Toll
Personalmente puedo decir que hay pocas películas que tengan la capacidad de trasladarme a otro plano de la realidad (más bello, más emocional… más etéreo) como lo hace Leyendas de Pasión. Eso es culpa en un 50% de la música de James Horner. Pero el otro 50 es de John Toll, el director de fotografía que se llevó su merecidísimo primer Oscar por esta cinta. El segundo le llegaría al año siguiente por Braveheart. Curiosamente coincidiendo con James Horner en el equipo creativo de ambas cintas.

Toll fue capaz de hacer lucir igual de bien los despampanantes paisajes canadienses (aunque en la película las tierras y la casa Ludlow están en Montana, EEUU) que las escenas de interior. Al mismo tiempo los rostros de los actores en primer plano desbordan carácter, tormentos y emociones por los poros.
3. El perfecto reparto estelar de los 90
Edward Zwick se puso al frente de una gran producción con nada más y nada menos que Brad Pitt como el asalvajado y tormentoso Tristan, el protagonista innegable. Pitt a mediados de los 90 era el chico de moda en Hollywood, acababa de terminar Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994) y estaba en la cresta de la ola, en ese justo momento tratando de demostrar que además de una cara bonita era un gran actor. De ahí en adelante se dispararía hasta convertirse en la grandísima estrella que es.
Por su parte, Julia Ormond no siguió la misma estela que Brad pero en esos años estaba muy de moda. Al año siguiente estrenó El Primer Caballero (Jerry Zucker, 1995) y Sabrina… y sus amores (Sydney Pollack, 1995) con sendas parejas célebres (Richard Gere y Harrison Ford). Aunque no dejó de trabajar con relativa continuidad lo hizo más en producciones cercanas al cine independiente y no volvió a hacer grandes papeles como protagonista. Pero desde luego para ella se queda su participación en esta cinta como Susannah, una mujer atrapada entre los distintos amores, pasiones y tragedias de los tres hermanos Ludlow.

Aidan Quinn interpretó a Alfred, mi personaje favorito de la cinta. Justo, correcto, bueno, cabal y equilibrado, se encuentra atrapado entre las locuras de su hermano Tristan, su deber de proteger a Samuel, la austeridad de su padre y su amor no correspondido por Susannah. Y, sobre todo, su sentido de la responsabilidad y la justicia sin límites.
El trío de hermanos lo completó Henry Thomas, que jamás dejará de ser Eliot, el niño de E.T. El Extraterrestre (Steven Spielberg, 1982). Thomas interpretó de maravilla a este joven iluso y enamoradizo que tiene la guerra idealizada y cuyo destino deja a su familia marcada de por vida. Y cerrando un reparto de jóvenes estrellas en alza estaba el consagrado veterano Anthony Hopkins, el patriarca de los Ludlow. Coronel retirado que tras ver los horrores y la injusticia para con los nativos americanos decide retirarse a las montañas y crear su propia microsociedad al margen del mundo.
4. La voz del narrador
Es el nativo Deuntajo (Gordon Tootoosis) quien nos narra esta saga familiar de principio a fin. En una introducción con una parrafada memorable nos pone en antecedentes y nos resume la infancia y adolescencia de los hermanos Ludlow desde principios de los años 20. Poniendo siempre el foco y la atención en Tristan, el favorito de todos (menos el mío, que es Alfred). El marco temporal de la narración se extiende de forma intermitente desde la década anterior a la Primera Guerra Mundial hasta la época de la Prohibición y los años 30. Finaliza con una breve escena ambientada en 1963, un espléndido epílogo donde descubrimos el destino final de Tristan.
5. Es un melodrama de manual
El melodrama es «cualquier tipo de obra teatral, cinematográfica o literaria cuyos aspectos sentimentales, patéticos o lacrimógenos están exagerados con la intención de provocar emociones en el público». Fue muy común en el Hollywood clásico pero, como fórmula de guión, cayó en desuso sobre todo en los 70 cuando apareció la nueva ola de autores. Sin embargo, hubo con posterioridad ciertas intentonas de emular esas grandes superproducciones de la Edad de Oro de los estudios, siendo Leyendas de Pasión el mejor ejemplo de ellas.

Leyendas de Pasión imita a aquellos clásicos en todo: grandes estrellas protagonistas, música orquestal poderosa, grandes escenarios, gran metraje… Aquí todo es exagerado. Porque Tristan es exageradamente salvaje, Alfred exageradamente noble, Samuel exageradamente inocente y Susannah se enamora desesperadamente de Tristan. Los personajes viven una guerra que les trae pérdidas traumáticas y el mundo al que se enfrentan tras esa guerra no hace más que golpearles arrastrándoles al conflicto y el dolor constante. Y el espectador se queda embriagado con esta oleada de emociones envueltos en esa poderosa fotografía y esa bellísima música.
6. El final triste, emocionante y conciliador
Ya he mencionado en el punto 3 que mi personaje favorito de esta película es Alfred. Mientras, Tristan se lleva la mayor parte del metraje y la cámara se recrea en él y en sus tormentos internos. Pero a mí me gana Alfred por su bondad y justicia inherente que, además, hace el balance perfecto con Tristan. Por eso me gusta tantísimo este final en el que Alfred acaba quedando muy por encima del rechazo de su padre, de su propio dolor y todo lo que puede reprocharle a Tristan.
Si hay un mensaje último que esta cinta nos quiere destacar es que la familia y la sangre son poderosas. Y que los lazos entre los hermanos y su padre son más fuertes que cualquier riña por muy dolorosa o traumática que sea.