Lo sé. Ha sido un error. No deberíamos ni haber llegado hasta aquí… Pero henos aquí, igual que en las grandes historias, señor Frodo, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros. Esas de las que no quieres saber el final, porque ¿cómo van a acabar bien? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido? Pero al final, todo es pasajero. Como esta sombra, incluso la oscuridad se acaba, para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido, aun cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias se rendirían si quisieran. Pero no lo hacen: siguen adelante, porque todos luchan por algo.

Samsagaz «Sam» Gamgee / El Señor de los Anillos: Las Dos Torres (Peter Jackson, 2002)

Supongo que esto es otra causa perdida, Señor Paine. Ustedes no saben nada sobre causas perdidas. Pero el Señor Paine sí. Una vez dijo que eran las únicas por las que merece la pena luchar. Y luchó por ellas en una ocasión, por la única causa que un hombre debe hacerlo. Y por una pura, llana y sencilla norma: ama a tu prójimo. En este mundo lleno de odio el hombre que cumple ese precepto es digno de confianza. Usted conoce ese precepto, Señor Paine. Y yo le admiraba por eso igual que mi padre. Usted sabe que ha luchado por las causas perdidas con más fuerza que por muchas otras. Incluso moriría por ellas, como hizo el hombre que ambos conocimos, Señor Paine. ¿Cree usted que estoy vencido? Todos piensan que estoy vencido. ¡Pues bien, no lo estoy! Y voy a quedarme aquí para luchar por esta causa perdida aunque en esta cámara abunden las mentiras como esta. Y los Taylor y todos sus ejércitos entren en este lugar. Porque alguien me escuchará.

Jefferson Smith / Caballero sin espada (Frank Capra, 1939)

«Al poco de que lo clavaran en la cruz le oí decir: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’. Y Su voz tiró de mi mano la espada de todas mis venganzas.»

Sin tener considerado a Charlton Heston como unos de los mejores actores de todos los tiempos sí que que le reconozco un atractivo, un carisma y un magnetismo especial (muy similar a lo que me ocurre con Harrison Ford). Esas aptitudes brillaron como nunca en Ben-Hur, el colosal clásico de William Wyler, donde el actor estaba especialmente inspirado. Es un desenlace sumamente poderoso, con ese plano en el que Judá sube las escaleras sin acabar de dar crédito del milagro de la curación de su madre y su hermana. La mirada húmeda y azul se clava en el espectador al tiempo que la partitura de Miklós Rózsa (una de las más grandes y bellas de la historia) nos hace inequívoca la grandeza del momento. No sólo por el milagro en sí, sino también por la redención del personaje de Heston que tras ver la misericordia del propio Jesús en la cruz ha dejado atrás el odio y la venganza. Y que al fin, tras semejante recorrido vital, puede vivir feliz y en paz.

Hoy ha llegado el correo y un amigo me ha escrito lo siguiente:

«Los massai han informado al Comisario del distrito de Ngong que muchas veces, al alba y al crepúsculo, han visto leones en la tumba de Finch Hatton. Un león y una leona llegan hasta allí y permanecen en pie o echados sobre la tumba durante largo tiempo. Después de irte tú el terreno que rodea la tumba fue nivelado formando una especie de terraza. Supongo que aquella elevación constituye un lugar ideal para los leones. Desde allí pueden observar toda la pradera y el ganado y la caza que hay en ella.»

A Denys le gustará saberlo. Tengo que acordarme de contárselo.

Karen Blixen / Memorias de África (Sydney Pollack, 1985)